«A medida que avanzaba aprendía más sobre mi propio cuerpo que sobre la superficie del muro. Era como caminar en mi piel y caminar en la piel del espacio.» G. Penone, La imagen del tacto, op. cit., p. 4.
G, Penone [1984], citado en G. Celant, Giuseppe Penone, op. cit., p. 156: «Lo mismo que el cerebro que tiene necesidad de espacio, incapaz como es de imaginarse en su espacio real, con mayor razón el hombre se siente oprimido en los espacios que tienen techos bajos. Es que la idea misma del pensamiento, y de la propagación del pensamiento, reclama un techo cóncavo. Sin duda, esta es la razón por la cual, en el pasado, la escultura figurativa se colocaba bajo arcos, en nichos, en el fondo de las ábsides.»
«Es un verdadero paisaje, con depresiones, lechos de quebradas y ríos, montañas, mesetas, un relieve parecido a la corteza terrestre. El paisaje que nos rodea, lo poseemos al interior de esta caja de proyección. Es el paisaje dentro del cual pensamos, el paisaje que nos envuelve, un paisaje para recorrer, para conocer.» Id., La imagen del tacto. op. cit., p. 7.
«Penone no se ha contentado con el proceso de frottage: recientemente ha tomado el molde de un cráneo y, tomando el molde del molde, desarrollando y repitiendo muchas veces la operación, ha terminado por formar una especie de enorme cebolla donde se superponen las gangas, las «pieles» virtuales del cráneo en metamorfosis. Se piensa en un iglú de yeso – es una habitación en todo caso. Es un lugar por excelencia, que nos enseña lo que «umbral» o «habitación» quieren decir: sería habitación no el sitio dentro de lo cual habitamos, sino lo que nos habita y nos incorpora a un tiempo.» G. Didi-Huberman, Ser cráneo: lugar, contacto, pensamiento, escultura.